Land of Mine: El bando bueno no siempre ha sido bueno 

Es fácil suponer que el cine ha proyectado prácticamente todo lo que se podía explicar de la II Guerra Mundial, una época tan transcendental para el transcurso de la humanidad, que cinematográficamente ha tenido una fuerte influencia para ofrecer títulos, también, imprescindibles para la historia del cine. Podemos sumergirnos en plena batalla con Salvar el Soldado Ryan, sentir la opresión de los judíos con la Lista de Schindler, estar desamparados y perdidos con El Imperio del Sol, o conocer en profundidad la locura y los delirios de Hitler en El Hundimiento, ... Y un sinfín de obras que nos da una idea bastante completa de todo lo que sucedió a través de diferentes enfoques históricos y localizados en determinados espacios. Under Sandet, título original de esta producción danesa, es una película de género bélico ambientada durante los días consecutivos a la finalización de la II Guerra Mundial y nos proporciona una información muy distinta, complementaria e, incluso, desconocida para una amplia mayoría sobre cuáles fueron algunos de los actos que se realizaron en el bando vencedor, para intentar reestablecer la paz y el orden después de un período tan convulso para el mundo entero.



Nos situamos en las playas de las costas de Dinamarca, una zona absolutamente mortal por la ingente cantidad de minas colocadas bajo la arena, que fueron plantadas por los nazis cuando invadieron territorio danés y que quizás, a modo de repulsar posibles respuestas del bando aliado a través de embarcaciones, inutilizaron por completo toda la superficie costera. No obstante, una vez ganada la guerra, Dinamarca decide limpiar y asegurar todas sus playas empleando a los prisioneros que fueron soldados nazis para desactivar y retirar todas las bombas. Dicho de esta forma puede tener cierto sentido que aquellos que mataron y oprimieron sean los responsables de arreglar el daño provocado. Sin embargo, esta medida se desmorona hacia niveles perversos cuando vemos que los pelotones parten de una nula experiencia en desactivación de minas, no disponen de ningún equipo de protección, viviendo en condiciones muy precarias y lo más obsceno, prácticamente todos los prisioneros son niños y adolescentes. En un momento donde el bando vencedor tiene una alta carga de odio y venganza, hay una clara disposición en ponerse al mismo nivel que los nazis y utilizar como carne de cañón a los "culpables" más inocentes, para ajustar cuentas al más puro estilo ojo por ojo, diente por diente y enviar así un mensaje donde no haya cabida ni la piedad ni la compasión.




Martin Zandvilet ha dirigido una película muy valiente, puesto que ha arrojado luz a un hecho histórico que permanecía bastante oculto y que representa una gran vergüenza en la historia de su propio país. Demuestra que cuando ya no existía batalla, donde ya no se luchaba por la propia supervivencia, se seguirán cometiendo verdaderas barbaridades hechas por el "bando bueno" y sometiendo a los prisioneros a un acto cruel: un hecho que rompe en consideración con los cánones típicos del cine bélico de la II Guerra Mundial. Es por tanto, que el espectador se debatirá en la moralidad y en la complejidad humana que surge a través de este sorprendente acontecimiento.

En el reparto cabe destacar principalmante a un correcto Roland Moller, que protagoniza al sargento Rasmussen donde podremos ver como maneja el conflicto moral que le supone la misión encomendada. El resto de los personajes jóvenes, sin ahondar en el origen de su reclutamiento y de su capturación, interpretan a todo el pelotón de prisioneros y hacen un trabajo verdaderamente espectacular, destacando el papel que realiza Louis Hoffman, que transmite el sufrimiento de sus compañeros y que ejerce un liderazgo representativo sobre la historia. Personalmente, este último tiene un cierto parecido con el fallecido Brad Renfro, conocido por la película El Cliente.

 

Técnicamente la película goza de una fotografía muy cuidada, con planos que a veces puede producir, simultáneamente, belleza y vértigo por la indefinida extensión de terreno que hay en las playas para localizar y desactivar minas. Además, en muchas escenas, la tensión es bastante latente por la naturaleza de la trama y por el enfoque incómodo que destila el hecho de estar tan próximos a una bomba, donde la película se recrea con la fortuna imprecisa y aleatoria de sobrevivir a una desactivación. Aún y así, en general, Land of Mine realiza más un ejercicio de experimentar diferentes sentimientos, sin llegar en extremo al dramatismo, que la de ofrecer al espectador una experiencia visual y de sonido. En este caso, se echa en falta una banda sonora más envolvente e incisiva.

Nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa y galardonada con diferentes premios europeos, Land of Mine merece tener un espacio en la estantería de grandes películas bélicas por su rompedor contenido histórico y por la calidad, y mezquindad, humana que desprende a lo largo del largometraje.

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