Lo que más me gusta son los monstruos

Parece ser que, en la actualidad, el mundo del cómic está asistiendo a una época donde se apuesta fuerte por la libertad creativa del autor, cosechando una nutrida variación de estilos narrativos, que no hace más que enriquecer la cultura del noveno de arte. Lo estamos viendo con obras que están generando otras posibilidades en un género que parecía exprimido como el superheróico, con reinvenciones de clásicos que son adaptados en el mundo actual para tomar conciencia de los cambios político-sociales; con la creación de cuentos o historietas que nos ofrecen una perspectiva crítica que va en consonancia a los nuevos tiempos y a los que llegarán,... Cómics con un planteamiento atrevido capaz de cruzar líneas creativas estandarizadas, que hasta hace unos años era indispensable, y que ofrecen una enjundia, un culto, que incluso las ediciones que las acompañan hacen justicia al alma del cómic. Un elenco que invita a pensar que se está yendo por el camino correcto para que incluso, signifique un tiempo memorable para la industria del arte secuencial. En este caso, toda gran etapa literaria o musical suele ser recordada por sus obras magnas y el tiempo nos lo dirá, pero Lo que más me gusta son los monstruos podría ser una buena candidata para ganarse dicho distintivo gracias al enfoque peculiar y valiente que ha elaborado la gran Emil Ferris en su opera prima.
  


En ocasiones, dudamos de si las obras que son representadas en un determinado medio, como en un libro o en una película, no hubiese quedado mejor en otro tipo de adaptación. Pero en este caso, no hay discusión posible al ver cómo el medio es correspondido por la historia y la historia por el medio, llegando a crear la experiencia única para el lector de tener entre manos el mismísimo cuaderno físico que la protagonista dibuja y escribe de su puño y letra, con el fin de otorgar una óptica más propia de la vida. Una forma de atravesar la cuarta pared, que ofrece una interacción más intensa al tener la posibilidad de sumergirnos al mundo más introspectivo del personaje. Un ejercicio, que como veremos a continuación, desentraña un trabajo complejo y colosal.

Sin desgranar en profundidad la trama principal, Karen Reyes es una niña que debe lidiar con obstáculos, que hacen de su vida algo más complicada al tener que sortear el menosprecio de una sociedad prejuiciosa, clasista,... Muy hecha para sí misma en un mundo donde la desigualdad produce una sensación de mayor desamparo y marginación para los más vulnerables. Ante este escenario lúgubre y decadente, Karen se refugia en su mayor pasión: en la fantasía de los monstruos de terror clásico. En ellos ve su mayor defensa para dar sentido a todo lo que acontece. Su mejor protección para las amenazas. Una curiosa forma de entender el mundo, que antepone los monstruos como seres prodigiosos, quizás porque nadie está capacitado en comprenderlos. Quizás porque ella tampoco comprende a una sociedad caótica que se mueve como un enjambre. Quizás porque el mundo ha acabado considerándola como un ser extraño. Con esta situación tan latente a lo largo del cómic, a Karen se le presenta un gran misterio que deberá resolver, que le permitirá conocer secretos y vivir curiosas e intensas experiencias.



Emil Ferris, autora del cómic, no solo desempeña el trabajo de guionista e ilustradora. Como se ha mencionado anteriormente, todo está enfocado desde la visión de Karen: tipo de dibujo, notas, anexos... Para plasmar todo el estilo, que en principio está realizado por la propia protagonista, ha tenido que desarrollar, además, un trabajo de interpretación para poder trasladar el psique de Karen a la libreta. Para ello requiere un ejercicio de empatía, de pensar y actuar como una niña donde es crucial contar con todos los matices para conseguir pura autenticidad. Autora y personaje funciona como un binomio, con ilustraciones muy naturales dibujado a trazos de bolígrafo, que alterna el realismo y el expresionismo, junto con lo caricaturesco, para describir el mundo externo y el mundo conceptual de la protagonista. Estas transiciones de estilos se dan de forma continuada en un papel enpautado, que no respeta el formato clásico de viñeta. La libertad creativa prevalece a través de un agradecido cierto desorden que, de la misma forma, sucede con la combinación de dibujos a color y blanco y negro. Como os podéis imaginar, el resultado es un cómic con un estilo muy definido que utiliza múltiples recursos para conferir un obra de goce. Dicho esto, me pregunto ¿Será la visión de Karen la misma que tuvo Emil en algún momento de su vida?




En Lo que más me gusta son los monstruos se respira amor por el arte, por las historias de terror de revistas pulp y por las típicas películas de cine clásico. Muestra, sin pudor alguno, un alto nivel de calidad humana y, una vez más, a pesar de todo, a pesar del grisáceo y complejo mundo que se nos presenta, aún hay esperanza para depositar amor por las personas y demostrar que, el que es diferente, puede brillar con luz propia sin necesidad de otros focos que iluminan a su conveniencia. Lo hace con un cómic valiente, rompedor, con sobrada personalidad para que se nos permita identificarlo como obra de autor. El único inconveniente que tenemos es tener que esperar a la publicación de la segunda parte de este contundente primer volumen.

Comentarios

Entradas populares de este blog